La propuesta de una reforma previsional del gobierno actual presenta sí o sí un componente solidario. Es decir, una parte de la cotización adicional del 6% iría a un fondo común que se repartiría en virtud de algunos criterios del responsable, en este caso, el Estado (aunque también han sugerido concesionar la administración a un particular).
La discusión es eterna —para qué pensar cómo será en el parlamento—, pero siempre se ha hablado en una dimensión —voy a decir— social, sin detenerse a observar su dimensión ética. ¿Qué es lo correcto? Muy buena pregunta, para la que, sin duda, existen muchas respuestas. Es verdad que todos o, al menos, la mayoría, estamos de acuerdo en que el Estado garantice un ingreso mínimo a todos los ciudadanos. De hecho, cedemos parte de nuestras libertades y derechos en favor de vivir en comunidad, nada que decir al respecto. Y uno de los derechos que nos corresponden en ese contexto es la propiedad privada, que ha de manifestarse aquí, en este tema, con la pertenencia inviolable de nuestros ahorros. Es muy importante preservar los principios que nos permiten vivir como sociedad, el respeto recíproco y, como diría Isaiah Berlin, la “ausencia de coacción” de terceros en las decisiones que conducen nuestro día a día. No podemos transar los ideales que han permitido la permanencia de la democracia, que no es solamente elegir a nuestros gobernantes, sino también estimular un comportamiento empático y generoso al convivir con otros. Debemos aspirar a un sistema político, económico y de seguridad social responsable y sensato, en el sentido de no exceder los limites de lo plausible que en el discurso se plantean.
Esta dimensión ética demanda una propiedad de los fondos para cada trabajador, las condiciones para el desarrollo adecuado del sistema de pensiones han cambiado mucho. Una de esas [condiciones], como mencionaba Sebastián Edwards, es que no se habla de cambiar la edad de jubilación. Tampoco se considera que la población está envejeciendo, los fondos de un seguro común pronto de acabarían y se verían obligados a financiarlo con deuda. Necesitamos una reforma que estimule y aliente el ahorro y la inversión, con beneficios tributarios, en lugar de pensar en más gravámenes. Asimismo, el mercado laboral es precario, es de suma urgencia mejorarlo en el contexto de una economía pujante y de crecimiento constante. Avancemos hacia el desarrollo con iniciativa, esfuerzo y longanimidad, porque yo, yo quiero elegir.