Viña del Mar y su constante omisión a la música tropical chilena

Música / Espectáculos

El Festival de Viña del Mar se ha caracterizado por ser uno de los principales festivales de América Latina, siendo la cuna de variados artistas, ha sido históricamente una plataforma para celebrar la diversidad musical y cultural de Chile y el mundo. Pero ¿por qué siendo un festival fundamental del país, tiene tan poco artista nacional?

Desde 1960 hasta el 2023, con interrupción de 2 años por la pandemia. Se caracterizaba por tener diversos géneros y noches especiales, pues no solo se trata de la competencia y el humor, los artistas de cada jornada son los protagonistas. Se podría decir que desde 1980 comenzó la decadencia del artista nacional, mejor dicho, de la música tropical chilena en el festival. Este género, tan vibrante y profundamente arraigado en la cultura popular del país, ha sido relegado a un segundo plano, dejando a muchos aficionados y artistas perplejos y decepcionados.

La cumbia, con sus ritmos contagiosos y letras que reflejan la vida cotidiana de millones de chilenos, ha sido un pilar de la música nacional desde la década de 1960. Bandas icónicas como La Sonora Palacios y temas inolvidables como “Los Domingos” y “El Caminante” han marcado generaciones y continúan siendo imprescindibles en cualquier celebración chilena. La música tropical no solo es entretenimiento; es una expresión cultural que conecta a las personas, creando un sentido de comunidad y alegría compartida.

Es desconcertante que el Festival de Viña del Mar, un evento que debería reflejar y celebrar todas las facetas de la identidad musical chilena, ignore sistemáticamente a los exponentes de la música tropical. Esta exclusión no solo es injusta para los artistas, que trabajan arduamente para llevar su música al público, sino también para los fanáticos que esperan ver representados sus gustos y tradiciones en un escenario de tal magnitud.

La pregunta que surge inevitablemente es: ¿Por qué esta exclusión? ¿Es una cuestión de elitismo cultural, donde ciertos géneros se consideran más “dignos” que otros? ¿O quizás se trata de una simple desconexión con el público, donde los organizadores no logran captar lo que realmente mueve y emociona a la gente?

Lo cierto es que la música tropical tiene un gran número de seguidores y una influencia significativa en la cultura chilena. Los números de ventas, reproducciones en plataformas digitales y la asistencia a conciertos de artistas de cumbia y música tropical lo demuestran. Ignorar este género en un festival que se precia de ser inclusivo y diverso es un despropósito y una falta de respeto a una parte fundamental del patrimonio musical chileno.

El Festival de Viña del Mar tiene la responsabilidad y el deber de ser un reflejo fiel de la riqueza musical de Chile. Incluir más música tropical en su programación no solo enriquecería el evento, sino que también honraría a un género que ha aportado tanto a la alegría y la identidad cultural del país. La cumbia, la salsa, el merengue y otros estilos tropicales merecen un lugar destacado en este escenario, no como una concesión, sino como un reconocimiento justo y necesario. Es hora de que los organizadores del Festival de Viña del Mar escuchen a su audiencia y rectifiquen esta omisión. La música tropical chilena no debe ser una presencia ocasional y relegada; debe ser una parte integral y celebrada de uno de los festivales más importantes de América Latina. La inclusión de estos ritmos no solo diversificará y enriquecerá el festival, sino que también devolverá al evento su verdadero propósito: ser un espacio donde todos los sonidos y voces de Chile puedan brillar.